A la hora de investigar sobre la vida y obra de Enrique Medina, la información biográfica es escasa, lo cual llama la atención dada la enorme popularidad que ha adquirido su obra. Esto último no es un fenómeno actual, desde principios de la década del setenta Medina realizó múltiples exposiciones, tanto colectivas como individuales y representó al país en el extranjero en al menos dos Bienales (San Pablo en 1971 y México DF en 1984) como también en muestras en distintas galerías y encuentros culturales.
De su vida poco sabemos además de que nació en Montevideo en 1935 y que cursó algunos años en la facultad de arquitectura. Es considerado un artista autodidacta, lo cuál va de la mano con lo independiente de su cración artística.
Esta comenzó desde la abstracción, que combinaba una faceta geométrica y abordaba aspectos del arte cinético y óptico de la época. Lo que es claro, desde el primer momento, es la precisión técnica en la ejecución de estas obras tempranas. Esta perfección en la ejecución se volvería más evidente en sus obras posteriores donde aborda el figurativismo, pintando motivos domésticos, de los más comunes, pero logrando hacerlo de manera hiper realista, y haciendo un uso de la luz que dota a esas escenas de puertas, ventanas, mesas y sillas, y hasta algunos desnudos, de una atmósfera imperturbable y altamente ornamental.
En la década del noventa, el artista hace un importante cambio de rumbo, y, abandona casi por completo esa producción altamente decorativa, para experimentar con técnicas matéricas como fueron los relieves en yeso. De esta experimentación nacen dos series principales que son, por un lado, la constructivista, en obras que homenajean al maestro Joaquin Torres Garcia y a la producción del Taller y la Escuela del Sur. Y por otro, la de escenas e imágenes religiosas, siendo imágenes de ángeles y reinterpretaciones de la última cena, sus motivos más recurrentes.
Además de figurar en colecciones internacionales como lo son la de David Rockefeller o la del Chase Manhattan Bank of New York, también encontramos que su obra forma parte del acervo nacional tanto en el Museo Juan Manuel Blanes como en el Museo Nacional de Artes Visuales, institución que actualmente tiene a prestamo varias de sus obras, las cuales decoran el Ministerio de Economía y Finanzas, el de Educación y Cultura y también el de Relaciones exteriores.
A la hora de investigar sobre la vida y obra de Enrique Medina, la información biográfica es escasa, lo cual llama la atención dada la enorme popularidad que ha adquirido su obra. Esto último no es un fenómeno actual, desde principios de la década del setenta Medina realizó múltiples exposiciones, tanto colectivas como individuales y representó al país en el extranjero en al menos dos Bienales (San Pablo en 1971 y México DF en 1984) como también en muestras en distintas galerías y encuentros culturales.
De su vida poco sabemos además de que nació en Montevideo en 1935 y que cursó algunos años en la facultad de arquitectura. Es considerado un artista autodidacta, lo cuál va de la mano con lo independiente de su cración artística.
Esta comenzó desde la abstracción, que combinaba una faceta geométrica y abordaba aspectos del arte cinético y óptico de la época. Lo que es claro, desde el primer momento, es la precisión técnica en la ejecución de estas obras tempranas. Esta perfección en la ejecución se volvería más evidente en sus obras posteriores donde aborda el figurativismo, pintando motivos domésticos, de los más comunes, pero logrando hacerlo de manera hiper realista, y haciendo un uso de la luz que dota a esas escenas de puertas, ventanas, mesas y sillas, y hasta algunos desnudos, de una atmósfera imperturbable y altamente ornamental.
En la década del noventa, el artista hace un importante cambio de rumbo, y, abandona casi por completo esa producción altamente decorativa, para experimentar con técnicas matéricas como fueron los relieves en yeso. De esta experimentación nacen dos series principales que son, por un lado, la constructivista, en obras que homenajean al maestro Joaquin Torres Garcia y a la producción del Taller y la Escuela del Sur. Y por otro, la de escenas e imágenes religiosas, siendo imágenes de ángeles y reinterpretaciones de la última cena, sus motivos más recurrentes.
Además de figurar en colecciones internacionales como lo son la de David Rockefeller o la del Chase Manhattan Bank of New York, también encontramos que su obra forma parte del acervo nacional tanto en el Museo Juan Manuel Blanes como en el Museo Nacional de Artes Visuales, institución que actualmente tiene a prestamo varias de sus obras, las cuales decoran el Ministerio de Economía y Finanzas, el de Educación y Cultura y también el de Relaciones exteriores.